LJ Estremadoyro – ENBA (1985-1988)
Conocer a Luis José Estremadoyro es uno de los eventos improbables que atesoro -esperando comprender algún día. Yo atravesaba mi mayor crisis vocacional para entonces. Había decidido dejar los estudios de medicina y dedicarme a la pintura. En un intento de avistamiento del mundo al que pretendía mudarme, en mis escasos momentos libres empecé a mirar los trabajos exhibidos en las galerías de arte cercanas. En mi segunda o tercera salida, entré a una pequeña galería a una cuadra de mi casa. Me encontré frente a un cuadro grande, impresionante por su realismo. Conforme me fui acercando, las formas del cuadro empezaron a disgregarse, y se transmutaron en nuevos objetos abstractos con presencia propia: algunos ricos en materia, parecían emerger desde el mundo tenue bajo las capas translúcidas. Decidí retroceder para revertir el proceso, y ¡sí! funcionaba. Así que lo repetí varias veces. Nunca antes había experimentado eso. Curiosamente no había nadie en la galería, así que yo podía reír entusiasmado. La mujer del personaje principal me miraba insistentemente y en silencio me indicaba guardar el secreto. Al salir de la galería, una pareja que entraba me preguntó si yo era pintor o tal vez conocedor de pintura. Habían observado desde un mezzanine exterior mi comportamiento. Les expliqué que no sabía nada, que era el cuadro el que me había provocado esa reacción natural. Luis José me contó que él lo había pintado. Le conté mi historia, y me preguntó si yo sería capaz de llegar a pintar algo así. Mi anhelo debió ser tal, que sin ningún fundamento le aseguré que sí. Me pidió ver mis trabajos e inmediatamente fuimos a casa. Unos dibujitos ridículos en trocitos de papel. Pero sólo alguien con talento podría reconocer el mismo talento en su forma germinal. Sólo alguien salido de un sueño hermoso podría haber ofrecido enseñarme todo lo que sabía a cambio de nada.
El último mes estudié al máximo para terminar exitosamente mis exámenes finales, visité a Luis José unas veces más, y por las noches intenté iniciar el sueño interrumpido invariablemente por cosquilleo de piernas que terminaba en sacudidas. Habiendo aprobado todos los exámenes anuncié mi decisión. Y tuve que partir: «¡Nadie va a mantener un vago en esta casa!»
Luis José me enseñó lo básico de pintura, cómo sacar los colores, cómo aplicar las capas iniciales. Yo podía ir practicando en lo que eran las primeras capas de sus cuadros. Simultáneamente me enseñó sobre materiales de dibujo y cómo lograr un efecto más realista. Eso lo aplicaba por las noches en casa. Pero luego me alentó a pasar por la experiencia de estudiar en la Escuela Nacional de Bellas Artes como él lo había hecho. Para ello me entrenó desde lo básico con el material que usaría en el examen: palillos quemados de sauce sobre un pliego de papel bulky. De pequeñas esculturas que tenía en su casa, pasamos a las esculturas de los claustros de la Escuela. Durante un mes estuve dibujándolas (y no me agradaba ser corregido).
El ambiente en ese entonces era mágico. Un mundo aparte, como debió haber sido ese local durante la colonia. Cada quien traía sus propios amigos bohemios, quienes conformaban por doquier pequeños universos paralelos que coexistían potenciándose entre sí. Fui asignado al taller de un hombre noble, el profesor Luis Fernández Huiman. Yo pinté mi primer bodegón, que en ese entonces debía ser realizado en dos semanas. Decidí no asistir a las clases teóricas de las tardes para poder pintar más. Nunca antes había terminado un cuadro y lo que ya sabía me permitió agenciármelas para hacerlo bastante bien. Pero yo estaba ávido de oportunidades enriquecedoras. Le rogué al profesor Huiman que me permitiese dibujar retrato con lápiz en su taller de pintura de segundo año, algo que yo no debía hacer (pues no podría ser calificado) y algo que él como autoridad, no debía promover. Con ese primer dibujo, el profesor Huiman me autorizó a dibujar desnudo en su taller de pintura de tercer año.
Yo era extremadamente difícil en aquella época. Sólo permanecí en la escuela un par de meses y regresé a pintar con Luis José. Ese año continué asistiendo como alumno a los talleres nocturnos de dibujo con palillo quemado de sauce, siempre ingresando donde no me correspondía, gracias al aval del profesor Huiman. Y al finalizar ese año, desaparecí de la Escuela sin ninguna despedida, explicación, ni agradecimiento.
A los dos años de estar bajo la tutoría de Luis José, tuve la necesidad de empezar a hacer mis propios trabajos. Ya para entonces me sucedía algo imposible para el sentido común: me levantaba más cansado de lo que me acostaba. Comenzaron los dolores de cabeza y bajé mucho de peso. Rescaté un cuadro que había iniciado al ingresar a la Escuela, y luego tirado en un garaje. Una vez acabado y orgulloso de él, lo llevé a un prestigioso galerista quien nos miró desdeñosamente, recomendándome regresar cuando tuviese ya un estilo personal «maduro». Casi al año de dejar el taller de Luis José, el esposo de mi hermana -menor que yo por un par de años, sufrió un accidente en carretera debido a una hemorragia intracerebral mientras manejaba. Inmediatamente fue transferido a Lima y operado a tiempo. Nadie sabía su pronóstico a mediano plazo. Yo acababa de leer el libro de Graciela Rebata Acosta: «Tengo Miedo». Decidí regresar al amparo del proyecto de mi anterior vida.
DIBUJOS LIBRES EN CASA, APENAS SALIDO DE MEDICINA
PREPARACIÓN PARA POSTULAR A LA ESCUELA NACIONAL DE BELLAS ARTES
PREPARACIÓN PARA POSTULAR A LA ESCUELA, CON ESCULTURAS DE LA ESCUELA
TRABAJOS DEL VERANO PREVIO AL INGRESO
TRABAJOS DE MAÑANA Y TARDE EN LA ESCUELA
mi primer trabajo en la Escuela, con el cual solicité al profesor Fernández Huiman dibujar retrato en su taller de segundo año
primer retrato en la Escuela, con el cual solicité al profesor Huiman dibujar desnudos en su taller de tercer año
Mishelle Ramos De Los Santos dibujando en uno de los claustros de la Escuela
Conocí a Carlos Burger DÁngelo en un patio de la Escuela. Llegó vendiendo lienzos ya preparados para pintar. Como tantas otras cosas inusuales de esa época, aceptó posar para un retrato ahí mismo -sin moverse -sin cobrar; el tiempo que fuese necesario. Me tomó dos semanas terminarlo.
TRABAJOS EN EL TALLER NOCTURNO DE LA ESCUELA
estos fueron mis últimos dibujos en la Escuela, y casualmente por estar sin un lente de contacto, descubrí cómo construir la estructura guiado tan sólo con formas de las grandes manchas luz-sombra
OTROS TRABAJOS DE ESA ETAPA
auto-retrato lúdico a dos espejos, con iluminación estilo Rembrandt
auto-retrato al día siguiente de mi primer y mal viaje con San Pedro
Dos años después nos encontramos con Carlos en el parque Kenedy. Cada quién hizo un apunte del otro en la mitad de una cartulina doblada.
Bodegón Ninguneado (1988)
calificado como el trabajo de alguien sin estilo aún definido -que recién empieza
El libro verde es Abbadón de Sábato y debajo abierto, La Caída de Camus. En primer plano La Divina Comedia en versos numerados, y mis Latinos -cigarrillos negros con filtro.
boceto previo probando otra composición